Ensayo - Alejandro Varderi - Revista Virtual De Cultura Iberoamericana - ISSN 1540-286X
Al inicio
[rvci]

 

42 Festival de Cine de Nueva York: La Historia en imágenes

Cv Alejandro Varderi
 

 
 

  Siempre en sintonía con las coyunturas históricas el Festival de este año ha seleccionado, entre 1700 películas, 25 largometrajes que abordan los desequilibrios del nuevo orden mundial, las guerras, y las consecuencias de la violencia y la intolerancia en la estructura familiar. Ello de la mano de directores consagrados y noveles. Jean-Luc Godard, Eric Rohmer, Pedro Almodóvar, Ousmane Sembene, Mike Leigh, entre otros, han traido a Nueva York sus producciones más recientes, junto con películas de nuevas promesas provenientes de muy variadas geografías.

            En este sentido destacan dos producciones argentinas: La niña sagrada de Lucrecia Martel y Familia rodante de Pablo Trapero. Ambas abordando el microcosmos de los dramas familiares. En el caso de Martel, para subvertir las relaciones de pareja, desde la perspectiva de una adolescente puesta a seducir a un doctor que intentó aprovecharse de ella, con lo cual la relación de poder se altera quedando del lado de la joven. Y en el film de Trapero, para diseccionar las pequeñas miserias de cuatro generaciones de una familia, en ruta de Buenos Aires a Misiones para asistir a una boda, compartiendo una pequeña "casa rodante".

            Con un ágil trabajo de cámara estas películas logran incluir activamente al espectador en la intimidad de los personajes, llevando el espacio cinemático hacia una profunda experiencia emocional y táctil del tejido social argentino.

            Otra película de un director novel que muestra, desde la piel, el lenguaje sentimental ha sido Tropical Malady del tailandés Apichatpong Weerasethakul. Combinando las leyendas populares y el deseo homoerótico en el marco de la jungla tailandesa, el director señala las contradicciones sociales y la inestabilidad política del país, mediante la historia de amor entre dos jóvenes -uno soldado, el otro campesino- inmersos en un mundo donde las fronteras entre realidad y mito se borran, a favor del sincretismo entre lo corporal y lo espiritual, lo nocturno y lo diurno, lo animal y lo humano, puntuado por una cinematografía de gran belleza plástica que unifica ambos mundo a través de la memoria.

            Igualmente, en In the Battlefields la joven cineasta Danielle Arbid recurre a la memoria personal para relatar las peleas internas en una familia libanesa durante la guerra. Evocando la violencia de Beirut en los años ochenta, Arbid se devuelve al mundo familiar desde la perspectiva de una niña cuyo padre los ha llevado a la ruina dada su obsesión por el juego. La desintegración de la familia espejea la del país; si bien la mirada cinemática extrae del caos el asombro, la inocencia y el deseo de vivir de los jóvenes, evadiéndose del entorno mediante el rock y los ritos eróticos. Las panorámicas del paisaje natural se contraponen con las vistas de la ciudad en ruinas, y los primeros planos de personajes en pugna consigo mismos y los otros, al interior de espacios opresivos, dada la carga negativa existente en las relaciones entre estos parientes.

            Or (My Tresure), primera película de Karen Yedaya, traslada la acción familiar a Tel- Aviv, para darnos una visión muy personal de la idiosincrasia de la región, mediante la historia de una prostituta y su hija en lucha cotidiana por la sobrevivencia. Filmada fundamentalmente en primeros planos al interior del apartamento que madre e hija comparten, y en planos generales nocturnos por las calles de la ciudad donde la madre es abusada y vejada por sus clientes, Or nos acerca afectiva y efectivamente a la dinámica social imperante.

            El feminismo y el compromiso político de Yedaya nos muestran a la mujer como víctima y territorio ocupado, en un entorno machista y militarizado. Tal cual ella misma apuntaba en la rueda de prensa: "una sociedad signada por el militarismo no deja espacio para los valores 'femeninos'. En tal sentido la mujer israelí es vista como una recompensa para el hombre que regresa del campo de batalla".

            En la misma línea de pensamiento destaca Mooladé del veterano cineasta senegalés Ousmane Sembene, sobre las consecuencias físicas y psicológicas de la mutilación genital en la mujer. La acción se desarrolla en una pequeña aldea africana, donde cuatro niñas escapan de la "purificación" y se refugian en la casa de una mujer quien protegió a su propia hija contra ese rito. El enfrentamiento de la protagonista con algunas tradicionalistas, pero en especial con el estamento masculino, demuestran que esta práctica no es sino otra trampa del hombre para someterla a ella a sus designios.

            El film, sin embargo, no es ni documental ni panfletario: el poder de Sembene para crear un vibrante y colorido tejido de la vida en la aldea expande la diégesis hacia lo emblemático y metafórico. Una banda sonora rica en ritmos autóctonos, y una cinematografía puesta a resaltar la fecundidad artística y natural del área, enmarcan este controversial tema, al tiempo que le permiten al director reflexionar acerca de las divisiones sociales y culturales dentro del continente.

            La fractura de los valores tradicionales en otro continente, el continente asiático, ante la reciente apertura económica de China es objeto de una aguda exploración por parte del joven director Jia Zhangke en The World; una película que confronta a la nueva sociedad con las limitaciones de un sistema paternalista y represivo. Filmada casi enteramente en una realidad virtual, constituida por la reproducción del mundo exterior, al interior de un parque de atracciones construido en las afueras de Beijing, The World nos muestra un fragmento de las vidas de quienes allí trabajan: bailarinas, vestuaristas, guardias de seguridad, obreros viviendo sus pequeños y grandes dramas entre réplicas del Taj Mahal, la torre Eiffel, el Big Ben, las pirámides egipcias y los rascacielos de Manhattan.

            La simulación arquitectónica enmarca una cotidianeidad donde todo es apariencia. Apariencia de estabilidad, prosperidad, pero en especial libertad para decididir la dirección de sus propias vidas. La atención casi etnográfica que el director pone en detallar los altibajos sentimentales, y una iluminación que confiere textura y densidad aún a los espacios más anodinos, profundizan en las claves de la representación. Sólo al abandonar la cámara esa ficción y enfocar la degradación del mundo exterior, las lealtades, infidelidades, alegría y tragedias de los protagonistas encontrararán su auténtico lugar en la China del nuevo milenio.

            Una meditación similar pero en el Japón contemporáneo encuentra con Café Lumiere de Hou-Hsiao-Hsien su expresión más certera. La incomunicación entre padres e hijos, y la brecha que la modernización ha abierto entre ambas generaciones son el asunto de un film donde los personajes actúan su cotidianeidad sin expresar sus emociones. Esto enfatizado por el uso del plano fijo en las escenas interiores, y los planos encadenados de elementos urbanos (trenes en movimiento, transeúntes yendo de un punto a otro, equipajes circulando por estaciones llenas de actividad) en las escenas exteriores, como alegoría del desplazamiento continuo que va alejándolos cada vez más de sí.

            Las consecuencias en el tiempo de este estado de exilio afectivo es justamente lo que centra Saraband de Ingmar Bergman concebido, en sus palabras, "como un epílogo a Scenes from a Marriage (1973)". De hecho son idénticos personajes, interpretados por los mismos actores -Liv Ullman y Erland Josephson- quienes mueven la acción al reencontrarse, treinta años después de su ruptura, para reabrir las heridas que causaron su mutuo extrañamiento. La estructura teatral se presta a la creación de atmósferas que van enrareciéndose con intercambios donde la violencia verbal, las recriminaciones y las humillaciones puntean la diégesis del film. Ello con una cinematografía sumamente estilizada y una banda sonora (Bruckner, Bach) que invita a la contemplación.

            En ésta su “película final” -al decir del propio Bergman- podemos decir que los caracteres, y probablemente el gran director, han alcanzado ese punto en la vida cuando se cae en cuenta de que el idealismo y la lucha por salvar el mundo, o aún a un sólo individuo, eran completamente irrelevantes.

            Un ejercicio en futilidad, pero necesario, es quizás el denominador común de dos películas donde la guerra oscurece las ideologías y las relaciones: Notre musique de Jean-Luc Godard y Triple Agent de Eric Rohmer. El film de Godard tiene a Sarajevo como marco, y se constituye en una meditación sobre la incapacidad de la violencia para alterar la naturaleza humana. Intertextos a ensayos de Levinas, o el propio Juan Goytisolo leyendo ante la cámara un texto de condena lo irracional del acto caen, no obstante, en el vacío y se pierden ante la magnitud del horror. Lo cual no significa que tales gestos deban dejar de realizarse, en un momento histórico cuando el incremento de los totalitarismos, la intolerancia y los fanatismos desestabilizan el mundo y atentan contra las libertades individuales.

            Por su parte Triple Agent se devuelve al año 1936, la era del Frente Popular, la Guerra Civil española y el aumento de los totalitarismos en Europa y Asia, tejiendo un paralelismo con la coyuntura política actual, mediante los episodios de intrigas, espionaje y traiciones llevados a cabo por un general de la rusia zarista exilado en Francia. Fragmentos de documentales de la época se integran a la dinámica del relato fílmico para enfatizar aún más el encadenamiento de eventos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial. La capacidad de Rohmer para trazar el perfil psicológico de sus personajes nos permite seguir aún más de cerca el desarrollo de lo acontecimientos hasta el estallido final.

            El drama por romper en mil pedazas la armonía familiar de un hogar trabajador en la inmediata posguerra londinense es el tema que Mike Leigh desarrolla con Vera Drake, premio en Venecia a la mejor película y a Imelda Staunton a la mejor actriz. Un excelente trabajo actoral de Stauton como la madre modelo que, sin su familia saberlo, realiza abortos clandestinos hasta ser descubierta y encarcelada, sostiene con gran fuerza el film, apoyado por un elenco estelar y una cuidada cinematografía. Una meticulosa atención al detalle, y la capacidad de Leigh para recrear la atmósfera del período, hacen de ésta su mejor película desde Naked (1993), y al igual que en ella destaca su maestría para mostrar el mundo como una herida abierta.

            La realidad sin aditivos es ciertamente la propuesta de The 10th District Court: Moments of Trial de Raymond Depardon. Aquí el cineasta nos introduce en un juzgado parisino como espectadores del juicio a inmigrantes ilegales, carteristas, conductores en estado de ebriedad, culpables de violencia doméstica, para acercarnos al funcionamiento del sistema legal francés. La cámara en plano fijo documenta los cargos, defensas, veredictos, sentencias, a la vez que nos enfrenta al complejo universo del comportamiento humano. Esto con el objeto de valorar el sin fin de interpretaciones de la ley en un momento cuando el mundo se halla dominado por dos sistemas de valores igualmente intransigentes: uno materialista, técnico y pragmático; el otro espiritual y fundamentalista. Ambos sin espacio para negociar sus diferencias con aquellos que no comulguen ciegamente con sus creencias.

            Otra ley, no menos importante, como es la del deseo en su vertiente pedofílica y homoerótica es el asunto de La mala educación de Pedro Almodóvar. Devolviéndose a los usos del kitsch y el camp, que tan fértiles se habían mostrado en la primera etapa de su filmografía, el director aborda el tema del abuso sexual en los colegios religiosos, y el triángulo entre dos hermanos -Juan e Ignacio- y Enrique Goded: alter ego de Pablo Quintero en La ley del deseo (1987), y por ende del propio Almodóvar.

            Con un dominio técnico y unos recursos de producción entonces inexistentes, el cineasta profundiza efectivamente en estos temas, permitiéndonos voyeurísticamente comulgar en el complejo entramado afectivo de sus personajes; al tiempo que recrea la España del franquismo, la transición y la explosión socialdemócrata. Intertextos al cine español y de Hollywood se integran de forma abierta y velada a la diégesis, haciendo todo ello de La mala educación el film quizás más personal de Almodóvar desde La ley.

            Tal cual el director comentaba en la rueda de prensa durante el Festival: "Tenía que sacarme La mala educación del sistema antes que se convirtiera en una obsesión. Había trabajado repetidamente en el guión por más de diez años y habría podido seguir en ello por otros diez, dada la amplia gama de registros que la historia sugería". Una historia que como la Historia ha quedado registrada en la filmografía a la que este Festival neoyorkino nos ha acercado contundentemente una vez más.


Triple Agent


Tropical Malady


Notre Musique


In the Battlefields


Or (My Treasure)


The 10Th District Court


La mala educación


La niña sagrada


Familia rodante


The World


 Mooladé


Saraband


Cafe Lumiere


 


 
AnteriorAl inicioSiguiente
WebMaster : Almary Vilche
Copyright © 2003 Revista Virtual de Cultura Iberoamericana All rights reserved.
ISSN 1540-286X
Última actualización: Mayo de 2004